viernes, 9 de marzo de 2007

Quince

Eras tú.

Por dondequiera que mis pasos iban, Tú te manifestabas,
en cualquier dirección que mirasen mis ojos, Tú te hacías visible.
En la Kaaba, en el templo, en el convento y en la iglesia
les vi a todos buscándote, y el Aliento de la Vida eras Tú.
En las almas y en los confines, sólo te encontré a Ti,
en la apariencia de los signos estabas,
y el verdadero sentido de los signos eras Tú.
Vi claro que en el zoco del amor
el vendedor y el comprador eras Tú.
En todo corazón, en cuyo labio se cantaba a algún ídolo,
el ídolo era sólo una excusa, Tú eras el corazón, y su Dueño eras Tú.
Desde el inicio de la eternidad hasta su fin, en toda la creación,
visible y escondido, poco y mucho eras Tú.
Si me otorgaste luz, y robaste mi fe y mi corazón,
Tú eras la fe y el corazón, y la Luz de las luces eras Tú.


—Diwan de poesía sufí, Nurbakhsh
—Traducido por José Mª Bermejo

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